En cuanto a la expresión, un haiku (o haikai) es un
poema breve de aproximadamente 17 silabas que suelen estar
organizados en 3 versos (5-7-5). El haiku no tiene título ni rima en
japonés, su simplicidad es tal que podemos prescindir de signos de
puntuación y mayùsculas. De alguna manera se parece a lo que
decimos hablando. En concordancia, en el haiku abundan los
sustantivos: es una forma poética predominantemente nominal, de
expresión sencilla y concisa. El término haiku es sin embargo
reciente, pues el primero en emplearlo es Shiki en el S. XIX.
En cuanto al contenido,
"haikai es simplemente lo que está sucediendo en este lugar,
este momento" nos dicen los poetas japoneses del Siglo XVII. El
poema suele tratar de la naturaleza, de la realidad, de lo percibido
por los sentidos. El haiku clásico es una percepción directa por
los sentidos. El haiku clásico de un acontecimiento, a menudo
trivial, que llama la atención del poeta (haijin,
o persona que escribe haiku), el
cual lo espiritualiza y eleva por encima de su pequeña
transcendencia. La fuente de inspiración para el poeta puede ser un
monte, un arroyo, la vegetación o el clima. En todos los casos el
haiku está impregnado de un fuerte sentimiento de estación:
primavera, verano, otoño, invierno y Año Nuevo, concepto este
último muy tradicional y con connotaciones propias de la tradición
nipona. Se relaciona con todas las tradiciones ancestrales, la
ceremonia del té, el cuidado de jardines, los bonsáis, el arreglo
de flores etc. Pero esto no ha impedido el conocimiento y posterior
adopción del haiku por el mundo occidental, considerándolo como un
género abierto y universal.
El haiku surge de la
contemplación de la naturaleza. "Para escribir un haiku hay que
mirar el mundo con ojos de niño", dirá un haijin
clásico japonés, hay que dejarse sorprender por el paisaje,
contemplarlo como si fuera la primera vez que lo vemos, en definitiva
mirar la realidad con otros ojos, con los ojos del corazón.
Naturalmente, hoy en día existe el haiku urbano, el haiku de lo
cotidiano, pero la forma de escritura es la misma: contemplación y
sorpresa, de hecho el último verso muchas veces suele ser un hecho
sorprendente que atrapa al poeta. Como ejemplo este famoso haiku del
maestro Bashô: Un viejo estanque / se zambulle una rana: / ruido del
agua.
Un haiku no debe llevar
metáforas, ni en él aparece el yo del poeta, ni los sentimientos,
ni son reflexiones personales, es algo tan sencillo y tan complejo
como decir lo que está pasando aquí, ahora, en este momento. Ahora bien, los maestros del haiku, siempre trataron alguna vez de salirse de la ortodoxia y explorar nuevos caminos, pero hay que conocer y dominar muy bien el haiku clásico para intentarlo.
Observación del presente
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