El budismo que hizo su introducción en Japón el el S. VI y, especialmente, la doctrina según la cuál la vida se caracteriza por la fugacidad de las cosas mundanas, desempeñó también un importante papel en el desarrollo del haiku. Mientras en la India el budismo tendía a conceder poca importancia a la belleza como consecuencia de su fugacidad, los budistas japoneses particularmente los practicantes del zen, desarrollaron un reconocimiento de la manera en que coexistían la belleza y lo pasajero, y utilizaron imágenes tales como las gotas del rocío y las flores de los cerezos para sustentar que la belleza de las cosas, se debe, en parte, a su fugacidad.
Muchos de los grandes poetas del haiku, entre los cuales se encuentran Bashô, Buson e Issa, eran budistas, y muchos de sus poemas contienen convincentes y conmovedoras visiones de una fugacidad que se podría considerar semejante a las de las gotas de rocío en el ukiyo (mundo flotante); término usado con frecuencia para designar nuestro entorno natural y social frágil.
Del libro Haiku de Tom Lowenstein
Luna brillante,
sentada como el Buda.
Piernas cruzadas.
Issa
Mientras envuelve pasteles en hojas de bambú,
se arregla con la mano
un mechón de su frente.
Bashô
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